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¿Algunos hombres buenos?

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Algunos hombres buenos, en la que actuaban Tom Cruise y Demi Moore jóvenes pero ya en la cima de sus carreras, es un clásico del cine judicial o trial movies, un verdadero género en Hollywood. En ella, Cruise es el abogado castrense que ha de defender a unos marines acusados de la muerte de un compañero y el drama gira sobre los límites de la obediencia y la lealtad, al ejército pero también a los amigos. 

He recordado esta película tras leer la carta de Javier Lambán en la que explica por qué se ausentó de la votación de ley de amnistía. En ella reitera su lealtad al partido y su solidaridad con sus compañeros y dice que ha «reflexionado mucho sobre qué hacer para no añadir más dificultades a las que se ya se enfrentan mis compañeros a cuenta de la ley de amnistía». Pero señala que la ley entra en conflicto con sus «convicciones éticas y políticas» y explica, muy brevemente, por qué.

La primera razón es que la amnistía vulnera la igualdad de los españoles ante la ley. No dice por qué, pero es evidente: se exoneran delitos por los que otras personas han sido y serán condenadas, sólo porque se hayan cometido con la intención de obtener la independencia de Cataluña. Este ataque a la igualdad es especialmente grave porque los beneficiados son principalmente los mismos políticos que han negociado la ley. Los pactos del PSOE con ERC y Junts dicen expresamente que la amnistía es la contraprestación del voto para que gobiernen los políticos que la conceden. Esto es no sólo contrario a la igualdad, sino que va directamente en contra de la esencia del Estado de derecho, que es la sumisión del poder político a la ley.

Hay un tercer principio constitucional vulnerado: el profesor Víctor Vázquez se pregunta «hasta qué punto es compatible con la interdicción de la arbitrariedad una amnistía en la que los propios afectados han delimitado los términos de su aplicación» y dice que sobre esta ley se proyecta «la sombra la la autoamnistía», figura que el Informe de la Comisión de Venecia considera inadmisible.

La segunda razón es que «quiebra la separación de poderes». Esto puede ser discutible porque la Ley de Amnistía será aplicada por los jueces, como ha señalado en informe citado. Pero basta haber escuchado el debate del Senado para comprender hasta qué punto amenaza la independencia judicial. El representante de Junts dijo que «esto no va de perdón ni convivencia sino de hacer justicia, la que no han hecho los jueces y tribunales». Es decir, que es el Parlamento el que asume la función de hacer justicia si no le gusta la de los jueces. ERC también dijo que se trataba de solucionar la «persecución judicial». Este discurso deslegitimador de la justicia se ha extendido entre los socios del Gobierno, y la supuesta necesidad de «democratizar»la justicia parece más bien un intento de asegurar su control por el poder político. 

«No hay nada más dañino para cualquier institución que la falta de ética y de respeto a las normas por parte de sus dirigentes»

La tercera razón de Lambán es que la ley «socava la autoridad moral y política del Estado para hacer frente al independentismo». En realidad la amnistía solo agrava ese problema, pues la reforma de los delitos de sedición y malversación han dejado al Estado casi inerme frente a futuros autogolpes. Para que no haya duda del riesgo, en el debate del Senado ERC y Junts confirmaron lo que también dice Lambán: que no dejarán de intentar la secesión ilegal. 

Por esas razones se opone a la amnistía, anteponiendo la lealtad a sí mismo y a sus principios a la disciplina de partido. Es importante señalar que en realidad no hay conflicto de lealtades. Igual que en la película el abogado no defiende la justicia en contra de la disciplina militar, aquí no se trata de elegir entre la igualdad o el bien del partido. No hay nada más dañino para cualquier institución que la falta de ética y de respeto a las normas por parte de sus dirigentes. Por eso el abogado castrense Cruise está defendiendo al ejército cuando consigue que se condene al Coronel Jessep, verdadero responsable del crimen. También Lambán dice que votando la ley «no prestaría ningún servicio ni a mi país ni a mi partido». La lealtad y el respeto resultan también del tono de la carta, pues dice que es su «humilde opinión» y no ataca a quien tenga otra. Por supuesto, esa caballerosidad no conmueve al aparato, que ya ha anunciado la apertura de expediente.

Llegados a este punto, paso a la ficción. Imaginemos que en el Congreso haya algunos diputados de la coalición de Gobierno que estén de acuerdo con Lambán (y con la inmensa mayoría de los juristas) sobre la ley; que hayan leído el informe de la Comisión de Venecia, que demuestra (diga Bolaños lo que diga) que por su forma y fondo, la ley no tiene encaje en un Estado de derecho; que hayan escuchado las manifestaciones de los independentistas de que ni perdonan ni olvidan y que lo volverán a hacer; que sean conscientes de que la aprobación de la ley no va a ser el punto final sino el inicio de procesos judiciales en España y Europa que aumentarán el enfrentamiento dentro y fuera de Cataluña y que pondrá a los jueces en medio del fuego cruzado de los políticos. Y finalmente -ya en el ámbito pragmático- que tras las elecciones catalanas, la no aprobación de la amnistía apenas va a aumentar las dificultades para gobernar por parte del PSOE, pero sí mejorará sus expectativas en las siguientes elecciones. 

Imaginemos que haya algunos hombres buenos, dispuestos a sacrificar su carrera política inmediata por lealtad a sus ideas, a su partido y a su país.


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